Esa caricia suave -¡el buen toreo!-
diálogo en amistad, por franciscano;
del animal y el hombre, mano a mano,
y a punto el redondel en su apogeo.
En alta persuasión alto aleteo,
su gracia suma en aire soberano
al toro le da entrada como hermano
y la gloria lo envuelve en su rodeo.
Suave, muy suave, lento en don y dote,
pasmo en la precisión de un mundo ansioso.
Si añora la destreza, le rocía
la seda en las albricias de un capote.
Fiel de un día radiante y jubiloso,
¡plaza de toros!, ¡sol de la alegría!
Vicente Marrero